Para mis amigos

jueves, 30 de junio de 2011

características de la "extrema derecha"

Manual para identificar a la extrema derecha

Por León Valencia

OPINIÓN. Revista Semana Sábado 25 Junio 2011
 
Como en los últimos días el presidente Santos, el diario El Tiempo y algunos columnistas hablan de la extrema derecha colombiana y de su propensión a la ilegalidad y a la violencia, sin mencionar a grupos sociales o políticos concretos o a personas de carne y hueso -incluso varios comentaristas han dicho que son fuerzas oscuras, inasibles, indefinibles-, quiero entregarles a los lectores un manual para identificar a estos sectores de la sociedad colombiana y para ponerles rostro a sus líderes.
Debo confesar que no ha sido mayor el esfuerzo para compilar estas señales de identidad de la extrema derecha. En la historia reciente del país abundan las ideas, las actitudes y los hechos que permiten saber quién se ubica en esa perturbadora corriente política. Estoy seguro, además, de que quienes lean esta columna podrán agregarle nuevas indicaciones a esta lista corta y desordenada.

Empecemos por aclarar que no es en las Fuerzas Armadas donde se encuentra el núcleo duro de la extrema derecha. Esta idea, muy difundida en la izquierda, ha sido desmentida por la realidad. En los últimos veinte años, una multitud de políticos, empresarios, líderes de opinión, han puesto la cara para defender un delirante proyecto de derecha y han encontrado un importante respaldo en la sociedad. Los militantes civiles han resultado mil veces más implacables que los vilipendiados militares.

Se sienten más cómodos en la guerra que en la paz. Defienden la salida militar como la única alternativa y califican las iniciativas de reconciliación como ejercicios de apaciguamiento que solo sirven para envalentonar a la guerrilla. Lograron que el país concentrara su atención en la llamada amenaza terrorista y se desentendiera de otros problemas igual o más graves que el desafío insurgente. En las coyunturas de negociación se las ingenian para desatar acciones de terror o darles resonancia a las agresiones guerrilleras con el fin de crear un ambiente adverso a los acuerdos de paz.

Han hecho la más eficaz combinación de todas las formas de lucha. Mientras la guerrilla mediante esta estrategia logró una influencia marginal en el Parlamento o en lejanas alcaldías y gobernaciones, estas fuerzas se apoderaron mediante la coacción y la muerte de una tercera parte del poder local y regional y obtuvieron una influencia decisiva en el Congreso y en el Ejecutivo Central. Fue la respuesta que le dieron a los avances democráticos de la Constitución del 91. Amparados en la teoría de la ausencia de Estado y con el pretexto de defender a la población de la agresión de las Farc y del ELN han fomentado la creación de poderosas organizaciones de justicia privada.

Aprovechan una y otra vez los ciclos de violencia para amasar grandes fortunas y tienen una extraña obsesión por la tierra. De la confrontación de los años cincuenta entre liberales y conservadores salieron con parte de las mejores tierras cafeteras y ganaderas. Han utilizado la tortuosa guerra que vive el país desde principios de los años ochenta para entrar a saco en los recursos del Estado y para apropiarse y legalizar las rentas provenientes del narcotráfico, despojar de las tierras a millones de campesinos y meterles la mano al petróleo y a la minería. Al tiempo venden la idea de que los pobres son perezosos y los campesinos, ineficientes, y tachan las propuestas de restitución o distribución de la propiedad de argucias para promover la lucha de clases. Los que difunden aquí y allá que las organizaciones de derechos humanos son aliadas de la guerrilla, la justicia obedece a oscuros designios del terrorismo y los organismos internacionales que critican la vulneración de derechos esenciales de la población son simples portavoces de la subversión y aviesos responsables de la mala imagen de nuestro país en el exterior. Los que promovieron la campaña de exterminio de la Unión Patriótica y los magnicidios de Galán, Pizarro, Gómez Hurtado y Bernardo Jaramillo y han estigmatizado el ejercicio de la oposición y la disidencia política. Los que no le perdonan al periodismo la crítica y la independencia; los que no ceden y por el contrario se aferran a su filosofía, los que no negocian, los que para distraer sus acciones utilizan el terrorismo y se lo endosan a otros, los que tratan de desestabilizar al gobierno de Santos con actos terroristas para reclamar el regreso del hombre de la mano firme y el corazón grande.

un burro hablando de orejas

Uribe, el ético 

Por Rafael Ballén Molina



OPINIÓN"Este gobierno me quiere graduar de corrupto", dijo hace algunos días el expresidente Álvaro Uribe. ¿Cómo calificar este reclamo airado de Uribe a Santos?    Martes 28 Junio 2011
“Este gobierno me quiere graduar de corrupto”. ¿Cómo calificar este reclamo airado de Uribe a Santos? Para encontrar la respuesta a este interrogante habría que hacer dos operaciones mentales. En primer lugar, buscar el concepto de corrupción, y luego confrontar esa noción con algunas de las múltiples conductas de quien, por espacio de ocho años, cambió la Constitución, el lenguaje cotidiano de los miembros de la sociedad y el rumbo político de Colombia.

¿Qué es la corrupción? De manera muy simple, podría decirse que corrupción es la conducta de un servidor público o del vocero de la empresa privada, que en el ejercicio de sus funciones se aparta de la ley, de las buenas costumbres o de la ética, para acrecentar su riqueza o su poder, o la riqueza y el poder de su familia, de su partido político, grupo social o económico o de un tercero cualquiera. Muchas veces esa conducta alcanza la categoría de delito.

Un comportamiento de corrupción genera repudio, rabia, odio y a veces estados depresivos en la psicología de las personas y en el alma colectiva de los pueblos. Y por esa misma razón, genera votos. Esto lo sabía Uribe, y, lo tenía muy claro desde el momento en que redactó su programa de gobierno. Por eso, al menos en siete de sus cien puntos habló de su lucha contra la corrupción.

“Sueño con un Estado al servicio del pueblo y no para provecho de la corrupción […]. Hoy el Estado es permisivo con la corrupción”, dijo en el punto 4. “Los recursos se han ido en clientelismo y corrupción”, afirmó en el 6. “El 7 de Agosto, a las 5 p.m., si con la ayuda de Dios y el apoyo del pueblo colombiano llego a la Presidencia de Colombia, presentaré el Referendo contra la Corrupción y la Politiquería”, prometió en el 9. “Para controlar a los violentos, el Estado tiene que dar ejemplo, derrotar la politiquería y la corrupción”, afirmó en el 24. “Sin corrupción […] los recursos tienen que alcanzar para erradicar la miseria y construir justicia social”, argumentó en el 43. “Ofreceremos derrotar la corrupción”, ofreció en el 94. Y en el 98 fue más demoledor o moledor, porque dijo, así: “Me haré moler para cumplirle a Colombia […], con quienes compartimos el bello sueño de derrotar […] la corrupción”. Y en el 99, cerró sus promesas de cruzado contra la corrupción, con esta proclama: “Construyamos una Nación […] con cero permisividades a la […] la corrupción”.

Un hombre que diga lo que dijo Uribe en estos siete puntos, es un político impoluto, un gobernante transparente, el paradigma de la ética pública. Pero a un simulador que actúe como lo hizo Uribe en sus ocho años de gobierno (compra de conciencia de los congresistas para lograr su reelección; declarar para sus hijos zonas francas unos terrenos rurales; espiar e interceptar ilegalmente a los magistrados de la Corte Suprema, periodistas y miembros de la oposición; permitir los falsos positivos; favorecer con agro ingreso seguro a sus amigos, etc.) ¿cómo se le puede llamar? Malvado, para decirlo con la categoría filosófica de Platón. Y para calificarlo con el lenguaje del vulgo, que también es filósofo, con palabras más elementales: tras de ladrón bufón, caradura y cínico.

* Rafael A. Ballén Molina es doctor en Derecho Público por la Universidad de Zaragoza (España) y director de la línea de Investigación Teoría Política y Constitucional y del Grupo de Investigación Hombre-Sociedad-Estado de la Universidad Libre de Colombia.

martes, 21 de junio de 2011

arias se defiende: ¿le creemos?

Bogotá, noviembre 18 de 2010

Me refiero a su artículo ‘Qué Relajo’ sobre el cual quisiera hacer algunos comentarios, dado que involucra mi nombre.

Lo primero que llama la atención es el titular bajo el cual se analiza el programa de crédito al sector agro-exportador, creado en 2008: ¿Préstamos a cambio de aportes en la campaña? Este titular pone en duda la forma honorable y transparente en que fue financiada mi campaña por la candidatura del Partido Conservador.
Es cierto que varias personas del sector agropecuario apoyaron mi proyecto político. Lo hicieron cumpliendo estrictamente los requisitos de ley y ciñéndose al más riguroso protocolo de financiación de campañas. Tal como lo hicieron con otros candidatos. Varios argumentos derrumban la duda que se teje con el titular.

Primero, la campaña NUNCA, léase bien NUNCA, buscó recursos utilizando ó invocando programas del Estado. Ni Andrés Felipe Arias, ni persona alguna autorizada para recaudar fondos en la campaña solicitó recursos invocando programas del Estado: ni AIS, ni Familias en Acción, ni el programa de apoyo al sector exportador o floricultor, ni ninguno otro. Es decir, todos los apoyos fueron voluntarios.

Es más, de ser interrogados los donantes a la campaña, ninguno podrá afirmar que aportó recursos como contraprestación exigida a cambio de beneficios del gobierno. Esto lo digo bajo la gravedad de juramento.

Aún así, y en segundo lugar, no es delito alguno que personas que han accedido a programas ó estímulos del Estado puedan financiar campañas políticas. En efecto, la Ley 996 de 2005 no lo prohíbe. Pero no es ético.

Tercero, ninguna empresa beneficiaria del programa de apoyo al sector exportador donó recursos a la campaña. La razón es elemental: en Colombia la Ley 996 de 2005 prohíbe que las personas jurídicas aporten a campañas presidenciales. Sólo pueden aportar personas naturales. Lo que no está prohibido son los préstamos de entidades financieras, de personas jurídicas o del mismo partido.

De todos los créditos recibidos por la campaña, sólo uno de ellos (y por un monto equivalente al 1,2% de los gastos de la misma) fue otorgado por una persona jurídica vinculada al sector agrícola. El crédito ya ha sido reembolsado con los recursos provenientes de la reposición de los votos, tal como lo dicta la Ley. Vale la pena decir que no fui el único candidato de consultas que acudió a instrumentos de crédito para financiar su campaña.

Cuarto, el aporte a la campaña de personas naturales (que, repito, son las únicas que pueden aportar) asociadas al sector floricultor es muy pequeño, tanto a nivel individual como a nivel agregado. El promedio individual de los aportes de esas personas no llega a los 3 millones de pesos por donante. A nivel agregado el aporte total de las personas asociadas al sector floricultor representa únicamente el 4% de los gastos de la campaña.

Y este cuarto argumento lo invoco porque cabe la siguiente pregunta: ¿parece lógico crear un programa de la magnitud, la importancia, la complejidad y el alcance de esta línea de crédito al sector exportador; que, además, fue discutido con varios Ministros, con el Presidente de la República y con los gremios exportadores; que adicionalmente tuvo que ser aprobado por la Comisión Nacional de Crédito Agropecuario (en donde participa, por Ley, el Banco de la República y el sector privado); que cobija desembolsos hasta por medio billón de pesos, a través de créditos que deben pasar por todos los filtros técnicos y de riesgo del sistema de crédito agropecuario; para apalancar únicamente el 4% de los gastos de una campaña política por la Presidencia de la República o para recibir aportes individuales de menos de 3 millones de pesos en promedio?

No parece lógico y a nadie se le ocurriría. Sería tan absurdo, pero tan absurdo, que sólo pensarlo derrumba cualquier duda sobre un posible vínculo entre el programa de apoyo al sector exportador y la financiación de la campaña.

Quinto, todas las donaciones a la campaña se originaron en las cuentas bancarias personales de los donantes (personas naturales) y NUNCA se originan en las cuentas de alguna empresa, ni aquellas beneficiarias del programa de apoyo al sector exportador, ni ninguna otra. Este fue un filtro que se impuso dentro del protocolo de financiación de la campaña; protocolo que fue mucho más estricto de lo que las normas exigían. Por ende, los desembolsos que llegaron a unas empresas exportadoras y los aportes a la campaña de algunas personas naturales asociadas al sector floricultor no son fungibles y no tienen correlación.

Sexto, y en gracia de discusión, aún si se hubiera querido utilizar el programa de apoyo al sector exportador para financiar la campaña, ello no hubiera sido posible. El acceso al programa es por demanda y ante el sistema financiero de primer piso (público y privado). En concreto, el acceso al programa exige cumplir todos los requisitos técnicos y de riesgo que exige la Superintendencia Financiera y el sistema de crédito agropecuario, y pasar por todos los filtros de las entidades financieras correspondientes.

Así las cosas, el Ministro de Agricultura no influyó en la aprobación de los créditos o en los desembolsos pues, incluso aquellos que fueron otorgados desde el Banco Agrario, se aprobaron en comités delegados sin su concurso, y se recomendaron por instancias técnicas inferiores a la junta directiva, de la cual hace parte el Ministro. Por lo tanto, es imposible que exista una correlación real entre algunas empresas que obtuvieron desembolsos bajo la línea de crédito para exportadores, algunas personas naturales vinculadas a esas empresas y los aportes a la campaña.

El artículo continúa diciendo: “El Banco Agrario, bajo la batuta del entonces ministro Andrés Felipe Arias, se inventó una línea de crédito para los exportadores, para amortiguar el impacto de la caída del dólar. Hasta ahí, aunque la idea era polémica, todo iba bien.” Una vez más, el programa fue concebido durante una reunión en el Palacio de Nariño con el Presidente de la República, su equipo económico y los principales gremios exportadores. El programa, le reitero, fue aprobado por la Comisión Nacional de Crédito Agropecuario en donde participan, además del Gobierno, el sector privado y el Banco de la República.

Sigue el artículo: “¿El Estado va a perder esa plata? En teoría, no, porque el ministro Restrepo emprendió 30 acciones judiciales para recuperarla y alertó a la Superintendencia de Sociedades para que no se puedan declarar insolventes las firmas deudoras, como lo han intentado algunas.”

Estoy de acuerdo en que en teoría no se debe perder la plata. Pero no comparto la razón esgrimida por la revista. Es cierto que el Ministro Restrepo hace bien en apoyar las acciones judiciales que el Banco Agrario está obligado a emprender, por Ley, contra cualquier moroso (y no sólo contra los de crédito exportador). De hecho es lo mismo que hicimos nosotros desde que llegamos al gobierno en 2002, pues encontramos una cartera morosa desbordada por los problemas de inseguridad en el campo y la crisis económica de finales de la década pasada.

Los resultados saltan a la vista. Hoy el Banco Agrario es el primero de todo el sistema financiero en rentabilidad sobre patrimonio; su porcentaje de cartera vencida se redujo casi a la mitad con respecto al nivel que el gobierno recibió en 2002; su calidad de cartera no es inferior a la del promedio del sistema financiero (e incluso la supera en microcrédito agropecuario); su margen de solvencia a Diciembre de 2009 fue de 14,5% (60% por encima de lo que exige la norma); sus utilidades a Diciembre del año pasado se habían cuadruplicado con respecto a Diciembre de 2002; y, gracias a un desempeño financiero superior al agregado del sector y al crecimiento sostenido de su cartera y de sus ingresos operacionales, en Octubre de 2009 el Banco fue calificado por BRC Investor Services S.A. como AAA, la más alta calificación de riesgo para deuda de largo plazo.

Todo esto sin mencionar la estructura sólida de gobierno corporativo y buen gobierno que introdujimos al Banco. Hoy, por ejemplo, la mayoría en junta directiva corresponde a miembros independientes. Hoy, por ejemplo, los nombramientos de vicepresidentes, secretario general y gerentes regionales deben surtir un proceso de cazatalentos.

Ahora bien, la razón por la cual la plata se debe recuperar es por la forma en que fue estructurado el programa de crédito al sector exportador. En efecto, el Ministerio de Hacienda apropió unos recursos destinados a la creación de un Fondo Especial de Garantías para respaldar el crédito que iba a ser irrigado. ¿Esto qué quiere decir? Que si, por ejemplo, el Banco Agrario desembolsaba un peso a una empresa floricultora, el Fondo Especial de Garantías respaldaba ese peso. Así las cosas, si la empresa floricultora dejaba de pagar ese peso, el Fondo Especial de Garantías inmediatamente entraba a responder por ese peso y el patrimonio del Banco Agrario quedaba completamente protegido.

Lo que pasa es que la Comisión Nacional de Crédito Agropecuario (recuerde por favor, una vez más, que el programa fue aprobado por dicha comisión, de la cual hacen parte gobierno, sector privado y Banco de la República) fue un paso más allá y decidió exigirle garantías colaterales a los dueños de las empresas exportadoras como: hipotecas, prendas sobre las acciones en las empresas, pignoración de las exportaciones de las empresas, etc.

Estas garantías colaterales protegen el Fondo Especial de Garantías creado para el programa, y son adicionales a lo que normalmente se exige en el sistema de crédito agropecuario. En efecto, en el sistema de crédito agropecuario los créditos generalmente se respaldan con un instrumento llamado Fondo Agropecuario de Garantías (FAG), creado en 1985. Pero, generalmente, no se exigen garantías colaterales por la utilización de dicho fondo.

En este orden de ideas, si el Fondo Especial de Garantías entra y le paga al Banco Agrario el peso que la empresa floricultora dejó de pagar, ello sucede porque el Banco ya entró a perseguir las garantías colaterales exigidas a los socios. Es decir, porque el Banco y el mismo Fondo ya entraron a recuperar judicialmente ese peso persiguiendo el capital, los ingresos y el patrimonio de los mismos dueños de las empresas.

Nótese que el programa entonces fue creado con plena protección para el patrimonio del Banco Agrario, y con una muy sólida protección para el mismo Fondo Especial de Garantías. Sólida porque excede ampliamente la protección al FAG convencional.

Adicionalmente, se instauró una comisión por la utilización del Fondo Especial de Garantías creado para el programa; esto genera un incentivo adicional a cuidar los recursos por parte de los empresarios y genera unos ingresos para la sostenibilidad del mismo Fondo. Esa comisión es mayor entre más grande sea el productor.

Por supuesto, si llegare a comprobarse alguna irregularidad en la aprobación de algún crédito para el sector exportador, o en el estudio de sus garantías, eso es algo que deben explicar quienes estaban encargados de ello (como sucede con cualquier crédito). Si llegare a comprobarse que algún empresario accedió al crédito faltando a la verdad, o utilizando maniobras engañosas para el Banco, eso es algo por lo cual deben responder esos empresarios (como sucede con cualquier crédito). Pero nada de esto puede desdibujar el propósito original del programa, que es proteger cientos de miles de empleos en el campo colombiano. Más aún, sin este tipo de apoyos sectores como el floricultor hace tiempo hubieran desaparecido.

Por otro lado, me pregunto, ¿a alguien le sorprende que algunas empresas floricultoras hayan entrado en dificultades? Con la brutal revaluación ello no debería sorprender a nadie. Sin programas de alivio para el sector exportador, pero bajo una coyuntura de revaluación anómala y brusca (como la que se observa desde hace años), se pone en riesgo el empleo, el ingreso y la tranquilidad de 200 mil familias que dependen de la producción y venta de flores en nuestro país. He ahí la génesis del programa.

Por último, sobre el tema de tierras vale la pena recordar que fue el gobierno del Presidente Uribe el que destapó y denunció la infiltración paramilitar en los procesos de adjudicación de predios. Recuérdese que fue el gobierno del Presidente Uribe el que, por ejemplo, recuperó casi 30 mil hectáreas arrebatadas a comunidades afrocolombianas en las cuencas de los ríos Curvaradó y Jiguamiandó. Ello a pesar de las múltiples amenazas que sufrieron los funcionarios.

Recuérdese que en uno de los computadores incautados a paramilitares, y que la revista pudo acceder, se advertía que ya teníamos entre ojos a quienes, desde entidades del gobierno, se prestaban para la usurpación de tierras. Bien saben en la revista que no sólo los tuvimos entre ojos sino que, además, los denunciamos ante Fiscalía.

Para nadie es un secreto que la corrupción en el manejo estatal de tierras venía enquistada desde el antiguo INCORA, entidad que el gobierno del Presidente Uribe liquidó. Desafortunadamente, por inflexibilidades laborales, el INCORA terminó transmitiendo muchos de sus vicios al recién creado INCODER. Recuérdese, además, que batallamos sin descanso por la depuración de dicho instituto. Sin embargo, ello se truncó con la caída del Estatuto de Desarrollo Rural en la Corte Constitucional. Estatuto que fue exaltado por la misma CNRR debido a las ambiciosas herramientas que incorporaba en materia de protección y reparación a las víctimas del despojo.

Un último dato: bajo el gobierno del Presidente Uribe se entregaron o titularon 4.8 millones de hectáreas a 223 mil familias campesinas, indígenas, afrocolombianas y/o desplazadas.

Le ruego examine estos argumentos para que no se repitan artículos o columnas en la revista que puedan poner en duda mi honorabilidad. Estoy convencido de que lo Usted siempre busca es la imparcialidad de la revista, apoyándose en el profesionalismo de los periodistas que trabajan para ella. Gracias por su atención.

la ley es para los de ruana

Yo no sé si el exministro de Agricultura Andrés Felipe Arias va a salir bien o mal librado del escándalo de Agro Ingreso Seguro (AIS). Lo que sí sé es que no le está diciendo la verdad al país cuando afirma que él no "tuvo ninguna injerencia ni técnica ni financiera" en el proceso de adjudicación de unos subsidios provenientes del programa AIS.
Hagamos un poco de historia a ver si se le refresca la memoria: en enero de 2005, a los pocos días de nombrado, varios de los funcionarios recuerdan la energía con la que el ministro anunció la creación de ese programa. Al otro día y por disposición suya se creó una nueva dirección dentro del Ministerio, que se llamó Dirección de Agro Ingreso Seguro, la cual empezó a funcionar en una oficina contigua a la suya, encargada del diseño, montaje y puesta en marcha del programa AIS. Arias, que ahora dice que no tuvo nada que ver con este programa, contrató a los más importantes profesionales y nombró director a Juan Camilo Salazar, con un sueldo de 14 millones de pesos, muy superior al de 4 millones que tenían los directores técnicos de planta del Ministerio.

Esa no era la única diferencia: ellos eran contratados a través del (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura) IICA-OEA, mientras que los demás funcionarios eran de planta del Ministerio. Evidentemente fue el IICA el que contrató a estos profesionales, pero quienes obtuvieron el empleo eran personas que había seleccionado el ministro Arias, de la misma forma que José Obdulio Gaviria fue contratado a través del (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo) PNUD por petición del propio presidente Uribe.

A lo largo de 2006 y 2007, Arias siempre estuvo rodeado por Salazar, quien entraba y salía de su despacho como si fuera su mano derecha y lo acompañaba sistemáticamente a las visitas regionales. En esa época Arias, quien hoy niega esa progenitura, se ufanaba de ser el padre del programa. Sería tan cercano Arias a esta Dirección que en enero de 2008 nombró a Juan Camilo Salazar como su viceministro.

Desde 2006 hasta 2009 se hicieron seis convenios. Tres sirvieron para pagar los honorarios del personal de AIS que operaba bajo las instrucciones del ministro y los otros tres se utilizaron para entregar la operación de la convocatoria de riego y drenaje. Durante estas convocatorias fue cuando la revista Cambio denunció un fraccionamiento de cinco predios por cuenta de acaudaladas familias de la costa: Lacouture, Vives, Dávila y Abondano, entre otras.

Lo curioso es que a pesar de que toda esta historia la conocen la Procuraduría y la Fiscalía, a ninguno de los dos entes le ha parecido relevante. Por el contrario, la Procuraduría abrió un pliego de cargos en contra de 12 funcionarios de planta del Ministerio, a sabiendas de que ninguno de ellos tuvo injerencia directa en la operación del día a día de AIS. Y lo más sorprendente es que los cargos principales se les imputan a dos funcionarios que no tuvieron que ver con la selección de los beneficiarios para la entrega del subsidio: Camila Reyes, directora de Comercio y Financiamiento para el convenio de 2007, y Javier Romero, director de Desarrollo Rural. Pero lo más truculento es que quienes terminan señalando a estos dos funcionarios son varios subalternos de Arias en el Ministerio. Tal es el caso del viceministro de la época, Fernando Arbeláez, quien en un interrogatorio ante la Procuraduría afirmó que la señora Reyes fue la autora no solo del convenio, sino que comprometió los recursos del Ministerio por 47.000 millones. ¿Quién puede creer que un ministro como Arias haya permitido que una subalterna de cuarto nivel comprometiera un presupuesto de tal tamaño, sin que él estuviera enterado?

Lo que se ha podido establecer es que tanto Camila Reyes como Tulia Eugenia Méndez, Javier Romero y Oskar Schroeder sí participaron en los trámites previos para la firma de los convenios, pero que quien los firmó fue Andrés Felipe Arias. Y no deja de ser curioso que el cargo imputado por la Fiscalía contra estos cuatro, el de celebración de contratos sin el lleno de los requisitos legales, se les imponga a unos funcionarios de cuarto nivel y no al ministro. También sorprende que ninguno de los contratistas de AIS, que fueron los que estructuraron todo el andamiaje de esos tres convenios, esté investigado ni por la Procuraduría ni por la Fiscalía. Entre ellos, Julián Gómez, el hijo del magistrado de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia Alfredo Gómez Quintero.

Pero lo que ya sí raya con el absurdo es que tanto la Fiscalía como la Procuraduría han centrado sus investigaciones solo en los tres convenios de riego y drenaje sin tener en cuenta que la irregularidad ocurrió en la entrega de los subsidios de la convocatoria, donde se entregaron los dineros a las familias antes mencionadas. Eso es lo mismo que tratar de buscar la fiebre en las sábanas. ¿Por qué no se está investigando a las personas que recibían, calificaban y seleccionaban a los beneficiarios de los subsidios?

Lo que ni la Fiscalía ni la Procuraduría quieren ver es que las reglas para la entrega del subsidio, que es donde está el problema, fueron estructuradas por la Dirección de AIS y aprobadas por Andrés Felipe Arias como ministro.

Entre las mentiras de Arias y la actuación errática de la Procuraduría y de la Fiscalía, la verdad en este escándalo va camino a ser sepultada.

como vive uno de los ricos de colombia

http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=10rvSagPp3g