Para mis amigos

martes, 29 de noviembre de 2011

historia de hadas machos




Hace más de 20 años, Luis Gilberto Murillo encontró el amor de su vida en Rusia, mientras estudiaba en la Universidad Geológica de Moscú. "Me conquistó con flores -recuerda Barno Khadjibaeva, quien por ese entonces era una joven estudiante de Ingeniería de Minas-. Cuando les contamos a mis papás que nos íbamos a casar, no les gustó la idea porque sabían que tarde o temprano me iba a ir detrás de él. Y en ese momento irse a Colombia era como irse a la Luna: no había internet y las llamadas salían muy caras". Al final, no le importó la distancia y se vino al país para acompañarlo en su primera campaña por la Gobernación del Chocó. "Lo único que quería era estar con él".
Aunque Barno dice que cometió esa locura cuando "todavía pensaba con el corazón y no con la cabeza fría", hoy está dispuesta a repetirla. Luis Gilberto resultó elegido en 1997, pero no terminó su periodo por una supuesta inhabilidad. Entonces se radicó en Washington D.C. y hace poco decidió volver a Colombia con su familia para retomar su carrera política. El pasado 30 de octubre ganó de nuevo la Gobernación de su departamento, y pese a que sus opositores alegan que no puede ocupar ese cargo, recientemente el Consejo Nacional Electoral reafirmó su triunfo. 

La historia de Luis Gilberto empieza en Andagoya, un pueblito del Chocó de 5.000 habitantes, donde siempre fue el estudiante más brillante de la única escuela. En 1978 obtuvo el segundo resultado más alto del Icfes en el país y, con un puntaje de 392 sobre 400, el Icetex le dio a escoger entre dos becas en el exterior: Rusia o Alemania. El joven, de apenas 16 años, eligió la primera opción porque cubría todos los gastos, mientras que la segunda no incluía el tiquete Quibdó-Bogotá. Como no sabía ni una palabra de ruso, lo enviaron a Azerbaiyán a aprender el idioma y un año más tarde entró a estudiar a la universidad. Tan pronto se graduó, le ofrecieron hacer la maestría en Ciencias de la Ingeniería. Aceptó, y poco después le propusieron que siguiera con el doctorado, pero prefirió regresar a su natal Andagoya con su mujer y su pequeño hijo. 

Con semejante hoja de vida, entró a trabajar a la Corporación Nacional para el Desarrollo del Chocó (Codechocó), entidad en la que sería nombrado director dos años después. Mientras tanto, Barno tuvo el segundo niño y se dedicó a aprender español con la ayuda de la familia de su esposo. 

Me tocaba hacer de todo para que me entendieran. No tenía otra alternativa: era la única que hablaba ruso en el pueblo, recuerda. En 1995, los Murillo Khadjibaeva se fueron a vivir a Bogotá porque la administración de Antanas Mockus le ofreció a Luis Gilberto ser subdirector de Planeación y Presupuesto del Dama (hoy Secretaría Distrital de Ambiente). Allí duró hasta 1997, cuando volvió a su departamento para lanzarse a la Gobernación. 

Sin embargo, su victoria en las urnas le trajo muchos problemas. Resulta que durante su gestión en Codechocó había destinado 5 millones de pesos de un programa de saneamiento ambiental para reconstruir una escuela. Sus opositores denunciaron el error y, faltando pocos días para los comicios, el Tribunal Superior del Chocó lo sentenció a seis meses de cárcel por peculado por aplicación oficial diferente, lo cual significa que entre sus funciones no le correspondía remodelar un colegio. La condena nunca se ejecutó, pero un año después de asumir el cargo perdió su credencial debido a un tecnicismo en un nuevo escrutinio de los votos.

Y eso no fue lo peor de todo. Grupos paramilitares de la región cumplieron las reiteradas amenazas en su contra y lo secuestraron en 2000. El cautiverio duró pocas horas, pero el susto fue suficiente para que resolviera irse con su familia a Estados Unidos. Al principio, el exgobernador consiguió trabajo como portero en una discoteca de Detroit y un mes después se trasladó a la capital, donde empezó un intenso cabildeo a favor de las comunidades afrocolombianas.Primero se vinculó como analista de la agencia de cooperación internacional Lutheran World Relief (LWR) y luego pasó a ser vicepresidente de Estrategias y Programas Globales de Phelps Stokes, una fundación dedicada a estrechar los lazos educativos entre Estados Unidos, América Latina y África. Durante esa época tuvo a su tercer hijo, fue consultor del Banco Mundial, de la OEA y del Banco Interamericano de Desarrollo e hizo una especialización en Política Pública en la Universidad de Maryland. 

Una década después, Luis Gilberto ha decidido regresar otra vez a su departamento para saldar la deuda pendiente. Mientras se desenreda la larga batalla jurídica que puso en vilo su candidatura (el político insiste en que el delito por peculado dejó de existir con el cambio de Código Penal), prepara los últimos detalles del trasteo. Sus hijos ya están haciendo maletas y su esposa renunciará a su puesto de gerente en una iglesia. 

Da nostalgia dejarlo todo otra vez -aclara-. Pero yo siempre supe que algún día él iba a querer volver a su país".